miércoles, 27 de noviembre de 2013

Mitos sobre la psicología y los psicólogos




Los psicólogos y psiquiatras son quienes se encargan en mayor medida de estudiar y tratar de comprender uno de los campos de estudio más complejos: la mente humana. Son tantos los puntos de vista, las construcciones teóricas y prácticas que la figura de quien estudia la psicología, se envuelve en un halo de misterio. Vamos a revisar algunas de los mitos más comunes acerca de la psicología y los psicólogos que se suelen decir por ahí:

1.      Sólo van al psicólogo los locos y los débiles mentales.

Es una creencia vieja, alimentada por la falta de información respecto a para qué sirve la psicología. La psicología ayuda a la gente a mejorar sus vidas, sus emociones y aliviar el sufrimiento, y para ello no se necesita estar mal de la mente. Todo lo contrario, una persona que se decide a buscar la ayuda psicológica es una persona valiente que está dispuesta a mejorar y superarse, que tiene la suficiente entereza de afrontar lo más profundo de sí misma, lo más hermoso y bizarro de su ser. Personas que se dan cuenta de que como seres humanos poseen limitaciones y que los problemas no siempre se resuelven al tronar de un dedo.

2.      El tiempo lo cura todo.

Esta frase que más que frase parece una orden no es del todo cierta, como decía aquella canción de Enrique Bunbury “el tiempo sólo cura lo que no importa ya”. El curarse a través del tiempo sólo sirve para algunas cosas y para algunos casos.

3.      A los psicólogos se les puede engañar fácilmente.

El psicólogo no es un enemigo ni una amenaza, todo lo contrario, están ahí y bien preparados sólo para ayudar. Los psicólogos no son adivinos, el paciente debe proporcionar toda la información posible para el análisis correcto de su caso.  En lo contrario, nos engañaríamos a nosotros mismos.

4.      Ir al psicólogo no sirve.

La psicología como todas las profesiones tiene representantes buenos y malos. Sí por supuesto, puede darse el caso que por una mala atención no existan los resultados buscados. Pero también este es un mito difundido por gente que únicamente asisten 4 ó 5 sesiones y después desisten al no ver una “magia” que los cure.
En la suma de un profesional competente y un paciente comprometido con su tratamiento o proceso, los resultados no sólo son percibidos, sino que además se tiene la sensación de crecimiento y superación incluso más alta de lo que se esperaba al iniciar.

5.      Si sólo por hablar se cura la gente, mejor le platico a un amigo mis problemas.

El simplemente hablar de los problemas genera un cierto y momentáneo alivio. Sin embargo en su formación, el psicólogo cuenta con herramientas, modelos de acción y práctica que optimizaran en forma terapéutica toda esa valiosa información que le estás dando. Recuerda que un psicólogo, no es un consejero ya que es consciente que en la complejidad de la vida y las interacciones personales, lo que le sirve a una persona daña a la otra y viceversa; no existen reglas escritas en oro para la complejidad de la mente.

6.      Los psicólogos están más locos que sus pacientes.

Como mencione unos puntos atrás, en esta profesión hay de todo, pero de una cosa sí pueden estar seguros; un buen psicólogo se preocupa por su buena salud y resolución mental, de hecho un psicólogo que se dedique a dar psicoterapia está, al mismo tiempo, en psicoterapia individual, grupal, en grupos de análisis de caso clínico y análisis teórico-práctico a fin de no perder una referencia óptima de su práctica clínica.

¿Tienes dudas? Recuerda que estamos para escucharte y asesorarte. Visítanos en redes sociales a través de http://goo.gl/i4y63.

Psic. José Luis Ramírez Esparza

psicologolm@megacall.com.mx

Asesoría Psicológica en el 01 800 111 8111



miércoles, 20 de noviembre de 2013

El duelo y sus fases


Una de las partes más dolorosas de la naturaleza humana es la pérdida. Y es justamente de este dolor de donde proviene el término duelo; el cual es la reacción normal ante la pérdida de un ser querido, de nuestra propia vida o una forma de vivirla, siendo por lo tanto en fenómeno puramente subjetivo que se vive de forma diferente de persona en persona. Sin embargo, tiene un carácter universal y es parte de la existencia de todos nosotros.

Tiene características que afectan lo físico, lo psicológico y lo social. La duración y la intensidad de un estado de duelo varía en relación a la resistencia individual de cada individuo, su red de apoyo familiar e institucional (por ejemplo instituciones de salud, o trabajo, por citar algunas).

El duelo es dividido generalmente en distintas fases, existiendo muchas modificaciones que cada autor maneja según su propio criterio, aquí les presento una serie de  fases que representan un duelo normal.

1. Primera etapa: se caracteriza por un estado de choque más o menos intenso, hay una alteración en el afecto, como una sensibilidad anestesiada, el intelecto está paralizado y se afecta el aspecto fisiológico con irregularidades en el ritmo cardíaco  náuseas o temblor. Se vive un rechazo e incredulidad que puede llegar hasta la negación, observable por un comportamiento tranquilo e insensible, o por el contrario, exaltado y maníaco. Esta fase es generalmente de corta duración, se extiende desde el anuncio de la  muerte hasta el término de los rituales fúnebres.

2. Etapa central: es el núcleo mismo del duelo; se distingue por un estado depresivo y es la etapa de mayor duración. Al principio, la imagen del desaparecido ocupa siempre y por completo la mente del doliente. Conforme pasa el tiempo, alternan momentos de recuerdo doloroso con la paulatina reorganización de la vida externa e interna de quien sufrió la pérdida. En esta fase se recuerda constantemente al desaparecido y se añoran los pequeños detalles de la vida cotidiana que se compartían. Existe una depresión que se instala rápidamente después de acaecido el fallecimiento y que va a durar desde meses hasta años (en el caso de complicaciones en la elaboración del duelo). El estado depresivo del duelo hace que la persona, totalmente ocupada de su objeto doloroso, viva replegada sobre sí misma. Nada le interesa ya, el mundo está vacío y sin atractivos.

3. Etapa final: es el periodo de restablecimiento. Comienza cuando el sujeto mira hacia el futuro, se  interesa por nuevos objetos y es capaz de volver a  sentir nuevos deseos y de expresarlos.

Este periodo de adaptación se manifiesta por el desarrollo de nuevas relaciones sociales. Puede haber una separación de los objetos personales del fallecido, guardando solamente  los más significativos. El estado depresivo se disipa, el dolor y la pena van disminuyendo, la persona experimenta un  alivio. El final del duelo se manifiesta, esencialmente, por la capacidad de amar de nuevo.

Estar en duelo es una etapa de gran dolor y crecimiento; recuerda que tienes tu asesoría psicológica las 24 horas los 365 días del año. También puedes visitarnos en redes sociales a través de: http://goo.gl/i4y63

Psic. José Luis Ramírez Esparza

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jueves, 14 de noviembre de 2013

Historias criminales: Jeffrey Dahmer “el carnicero de Milwaukee”





¿Hasta qué punto un ser humano puede ser responsable de sus actos? ¿En qué momento una persona es capaz de arrebatarle la vida a su semejante y sentir poca o ninguna culpa por ello? Las historias de asesinos seriales generan mucha curiosidad, ya que siempre se liga lo bizarro de la humanidad, con el ingenio; la monstruosidad y el abandono.

En esta ocasión me gustaría hablar sobre el caso de Jeffrey Dahmer, mejor conocido como el carnicero de Milwaukee.

Dahmer nació el 2 de mayo de 1960 en el seno de una familia conflictiva compuesta por su padre, un investigador químico, y su madre, ama de casa con antecedentes de consumo de medicamentos psiquiátricos. Desde pequeño se mostró como un niño, tímido y solitario, más bien apartado de los demás.

Pasó la mayor parte de su infancia cazando insectos para después conservarlos en formol. Tenía un enorme interés por la anatomía de los animales,  mostrando curiosidad por saber cómo eran por dentro y cómo funcionaban. Poco a poco comenzó a cazar presas más grandes, llegó a atrapar liebres, mapaches y perros. Era bastante perfeccionista en el arte de la disección, metódico en la separación y blanqueamiento de los huesos, que después coleccionaba.

En su pubertad adoptó ese tono de voz monocorde que lo caracterizó por el resto de su vida, entrando a esta etapa comenzó a beber alcohol, consumir marihuana, lo que lo llevó a ir al colegio todos los días drogado y borracho; además de de estas adicciones, se masturbaba compulsivamente mirando revistas pornográficas de orientación homosexual, o bien mirando las entrañas de los animales que acababa de matar. Fue más adelante, en la adolescencia, que su padre abandonó el hogar, tomando Jeffrey venganza secuestró a un muchacho que pasaba por la carretera, lo llevó a su casa y lo asesinó; metiendo después el cuerpo en un saco de basura, y lo arrojo por un barranco.

Después de este, su primer asesinato, entró en una fase profundamente depresiva llegando a pensar incluso en quitarse la vida. Sin embargo, su padre lo rescata enviándolo a la universidad y al ejército, en donde su alcoholismo lo marginó de ambas actividades. Después de tocar fondo, se vio una ligera mejoría, viviendo en casa de su abuela consiguió un empleo en una fábrica, comenzó a asistir a la iglesia y a leer la biblia .El cambio le duró poco, comenzó de nuevo con prácticas masturbatorias obsesivas, con el robo de un maniquí de una tienda para usarlo como compañía sexual. Su obsesión llegó a tal grado, que una noche tras asistir al funeral de un chico de 18 años, fue a desenterrarlo al cementerio, aunque sin éxito, pues el suelo sobre el que intentó cavar estaba congelado.

Un año más tarde volvió a matar, nuevamente un joven con una mecánica muy simple, le ofreciió una bebida con somnífero, despertó al día siguiente al lado de su victima sin vida y ambos ensangrentados; Dahmer no recordó cómo ocurrió, pero sí recordó cómo desmembró el cuerpo, cómo guardo todas las partes de una maleta grande a excepción de la cabeza que guardó e hirvió para conservar el cráneo cual trofeo. Tras esta situación, Dahmer comienza a matar apenas tiene una oportunidad, siguiendo siempre el mismo modus operandi: acechaba a su víctima, flirteaba ofreciendo dinero a cambio de sexo, les ofrecía una bebida con somnífero para después estrangularla. Una vez que asesinaba a sus víctimas, se quedaba abrazando el cadáver, pensando en cómo conservar las cabezas y formar una colección de huesos más extensa. Dahmer, por lo tanto, tenía un patrón predecible en sus actos, algo característico de los asesinos en serie, empezó matando cautelosamente asustado por sus crímenes, luego el ritmo aumenta, para finalmente convertirse en una máquina de matar más efectiva. Está demostrado que estos asesinos con el tiempo se vuelven arrogantes y despreocupados, convencidos de que no pueden ser apresados por ningún mortal, creyendo tener máximo poder y autoridad sobre los demás.
En alguna ocasión una víctima alcanzó a escapar antes de que hiciera efecto el somnífero alertando a la policía, la cual registró la casa de Dahmer pero no encontró nada.
Cerca de 1990 se mudó a un departamento en donde consiguió una larga mesa de metal con dos grifos, misma que  utilizó para poder “disfrutar” aún más a sus  víctimas, tomando fotografías con su polaroid, congelaba los órganos, comía algunas porciones de la carne y lo que sobraba, lo depositaba en un contenedor de basura lleno de ácido.     
Tras ser apresado, su juicio inició en 1992, mostrándose sincero y cooperador en todo momento, con mucha frialdad y falta de emociones que indicaran culpa o arrepentimiento. Después del veredicto habló por primera vez al tribunal, diciendo: "Señor juez, todo ha terminado, me siento muy mal por lo que hice a esas pobres familias y comprendo su merecido odio. Asumo toda la culpa por lo que hice. He hecho daño a mi madre, a mi padre y a mi madrastra, pero les quiero mucho".
Fue declarado culpable, condenado a 900 años de encarcelamiento, murió en 1994 víctima de asesinato en la misma cárcel donde estaba recluido. Su cuerpo fue tema de disputa dentro de su familia; su madre deseaba que fuera donado a la ciencia; mientras que su padre, enterrado y olvidado de la memoria de todos. Finalmente, su cerebro se preservó para estudios científicos posteriores. Los artefactos e instrumentos que Dahmer utilizaba fueron subastados con la intención de crear un museo del horror que jamás se realizó.
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Psic. José Luis Ramírez Esparza
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miércoles, 6 de noviembre de 2013

Muerte y psicología




La naturaleza de lo inevitable; lo único seguro en la vida es que algún día no habrá vida. La psicología analiza la muerte como un fenómeno vivencial y de conocimiento, ya que sin la muerte no es posible comprender la vida humana.

Para la mente humana la muerte es el límite irremediable de poder seguir SIENDO y si algo aborrece la humanidad por excelencia, son los límites. Por ello nuestra mitología, incluso la más primitiva, está llena de imágenes que evocan una vida más allá de lo corporal, en sustancia algo similar a la que vivimos actualmente, con percepciones, sensaciones, memoria y conciencia de nosotros mismos. Sin embargo también una mitología respecto a la muerte habla de la desaparición o lo que filosóficamente se ha denominado “la nada”. La mente humana necesita crear estos mitos respecto a la muerte, ya que esta misma es la representación perfecta de la trascendencia, el momento en que la vida se resume y es idealizada. ¿Será por esto que al morir una persona recibe tantos gestos de cariño al margen de su conducta en vida?

El saber que se morirá es una cualidad (o tormento) de exclusividad humana, desde un momento temprano en la vida somos informados a través de la realidad y de nuestros antecesores que la muerte nos espera tarde o temprano. A diferencia por ejemplo de otro ser vivo que labra su vida en el día a día hasta que finalmente muere de forma sorpresiva en su existencia. Esta conciencia temprana de nuestra finitud es donde la muerte se forja como el gran organizador de nuestra vida, ya al conocer nuestro límite de tiempo de existir por este mundo, somos capaces de organizar proyectos, atender problemáticas, de vivir intensamente y lograr concretar hechos o logros. El no ser eterno significa que el ser humano debe esforzarse constantemente en un marco de tiempo, que la ciencia en México augura es de 76 años  aproximadamente (según el promedio de vida).

Es la forma que vivimos nuestras experiencias de vida y que significamos nuestro andar por el mundo que la muerte deja de tener ese aire de desesperanza y comienza a ser experimentada como una forma diferente de vida, desconocida sí, pero no temible, ya que en la propia vida se nos enseña que lo único real es lo que es incierto, que todo cambia y nada es para siempre.

Este tema tiene aún mucho que decir sobre qué es la muerte para nuestro pensamiento. Sin embargo, si lo han notado, sólo he hablado de la muerte en primera persona; o en otras palabras, la muerte que acecha a cada uno; otro tema de enorme importancia relacionada con la muerte, es la de un ser querido, una de las experiencias más dolorosas que puedan existir. Es por eso que te invito a estar al pendiente el mes de noviembre en nuestro blog y página de Facebook  http://goo.gl/i4y63 en donde seguiremos con este tema.

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Psic. José Luis Ramírez Esparza

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