Agosto de 1973, Estocolmo, Suecia. Un atracador de nombre
Olsson se introduce en un banco con intenciones de cometer un robo. Sus planes
no resultan como él los había pensado, la policía llegó, rodeo el recinto e
impidió la huida del malhechor. Olsson tomó entonces como rehén a una empleada
del banco llamada Kristin a quien retuvo por varios días. Cuando hubo terminado
esta situación, Kristin formó fuertes lazos afectivos con su captor, tan
profundos que se enamoró de él. Una vez
arrestado Olsson, Kristin declaró a la prensa su indignación por la falta de
comprensión en los motivos de Olsson por
parte del sistema de justicia y la sociedad sueca. Finalmente, a pesar de las
dificultades de estar en prisión Kristin y Olsson contrajeron matrimonio.
Desde esta experiencia, se formó el concepto de Síndrome de
Estocolmo, que engloba un conjunto de mecanismos psicológicos que forman un
vínculo afectivo-dependiente entre la víctima de un secuestro y su captor.
Las principales entidades encargadas del diagnóstico y
clasificación psicopatológico tales como el DSM de la Asociación Americana de
Psiquiatría y el CIE de la Organización Mundial de la Salud no han logrado
crear un esquema de signos y síntomas claros respecto a este síndrome, ni
tampoco crear un sistema eficaz de diferenciación, por lo tanto no lo han
reconocido o incluido siquiera como categoría residual apta para investigación.
La razón de esta marginación es simple; existe
(afortunadamente) una muy baja tasa de ocurrencia y es casi imposible hacer una
observación clínica de la formación de los vínculos afectivos de la víctima. Entonces, al no existir con claridad una
herramienta adecuada para su estudio, se puede simplemente conceptualizar este
síndrome como un vínculo interpersonal de protección desarrollado en un entorno
traumático y de cautiverio, cuyo fin es mantener la homeostasis (equilibrio)
fisiológica y conductual del sujeto agredido y proteger su integridad
psicológica.
Sin ser una enumeración etiológica, existen varias
condiciones en las que se forma el Síndrome de Estocolmo.
·
Aunque
puede generarse en pequeños colectivos secuestrados, la situación
desencadenante requeriría un rehén retenido por un grupo de personas. En el
caso de ser un único secuestrador, habría que considerar para su emergencia
elementos adicionales de influencia social determinados por el efecto de
confrontación de las personalidades implicadas.
·
Aislamiento
o monotonía estimular: introducción de la víctima en un entorno donde la
variedad de referentes sea mínima, tal que posicione al secuestrador como
eventual referente de emergencia en una reordenación de la estructura
espacio-temporal del rehén.
·
Ideología:
entendida como la existencia de un conjunto de valores y cogniciones revestidos
de argumento motivador concreto, político, religioso o social, para fundamentar
la acción por parte de los secuestradores; cuanto más elaborado sea el corpus
ideológico del secuestrador, mayor probabilidad de influenciar a un rehén.
·
Contacto
secuestrador(es)-rehén: tiene que ser tan pronunciado como para que permita al
rehén percibir la existencia de una motivación ideológica tras la acción
traumática, abriéndose la vía para un proceso de identificación de la víctima
con sus captores.
·
Recursos
del rehén: no se originará el síndrome si el rehén focaliza su atención en
referentes de control interno consistentes o si dispone de estrategias sólidas
de afrontamiento y solución de problemas.
·
Violencia: como norma general,
la violencia física ejercida contra el rehén por sus secuestradores, limitará la emergencia del
síndrome.
Fuente: Montero, A. (1999) Psicopatología del síndrome de Estocolmo; un ensayo de un modelo
etiológico. Ciencia Policial. Montevideo.
Tu asesoría psicológica telefónica te espera las 24 horas en
el 01 800 111 8111
Visita http://goo.gl/i4y63 para más información sobre
psicología, medicina, viajes, temas legales y de nutrición.
Psic. José
Luis Ramírez Esparza