El desarrollo psicológico del niño no inicia precisamente al momento del nacimiento, tiene su origen más tempranamente desde su desarrollo dentro del vientre materno. No hay duda que a todos los padres les interesa que sus hijos tengan herramientas que los hagan destacar o por lo menos defenderse en este competitivo mundo. Precisamente ésta ansiedad genera un desbocamiento de teorías, técnicas y suposiciones que confunden a los padres y cuidadores. No olvidemos que los hijos por sí mismos son los responsables de cargar con las frustraciones y costumbres de la generación que los precede, por ello buscamos lo mejor para ellos, incluso a costa de su bienestar, buscamos que sean perfectos; es por eso que vemos a niños muy pequeños en una variedad de ejercicios desajustados para su edad en el propósito de que sean los primeros en leer de su grupo, los que ya manejan la computadora y el celular, ya hacen operaciones matemáticas, etc. Como si de esto dependiera su destino para toda la eternidad.
No es malo buscar que
nuestros hijos desarrollen estas actividades maduras en una etapa más temprana,
el problema es que se salten otras más básicas correspondientes a la edad
cronológica.
La estimulación prenatal podría parecer otro persistente intento de
venta de técnicas, sin embargo, abordada de manera adecuada es una excelente
herramienta catalizadora del desarrollo
cognitivo y emocional del niño.
Después de la concepción, dentro
del complejo despliegue biológico que es la formación de una nueva vida, el
sistema nervioso inicia su desarrollo y configuración. Semana tras semana el
niño conforma funciones y procesos cada vez más elaborados; y en medida en que
sus sentidos maduran, el mundo comienza a presentarse. El útero, aún en su
aislamiento es un medio lleno de estímulos, el bebé en el vientre de la madre, está en un tibio recinto, ruidoso y
extremadamente complejo, donde todos los estímulos colaboran en el desarrollo
de su sistema nervioso, rodeado de lo que necesita para sobrevivir: alimento,
tranquilidad, afecto. Estas dos últimas sensaciones, inevitablemente son
captadas por él, básicamente de dos maneras. La una es por medio de las
hormonas que se encuentran en el organismo de la madre, como la adrenalina y
las catecolaminas (hormonas segregadas por las suprarrenales), las cuales un
niño de sexto o séptimo mes es capaz de discriminar con relación a las
actitudes y sentimientos de su madre, e incluso responder a ellos. La otra es
el latido del corazón de su madre. Pensemos que el niño se duerme, despierta y
descansa con él. El feto le adjudica un significado metafórico de manera que su
constante “tan, tan” llega a presentar tranquilidad, seguridad y amor hacia él.
Esta afirmación es muy fácil demostrarla, y basta con decir que luego del
nacimiento al bebé, le tranquilizan las suaves palmadas rítmicas que le da
quien cuida de él, o acercarse al pecho de su madre y descansar o hasta dormir
sobre el.
La estimulación intrauterina incluye los
siguientes aspectos:
·
Situación psicológica, social de la madre y el padre.
·
Aspectos nutricionales.
·
Estado de salud general de la madre.
·
La inclusión afectiva del niño como miembro de la familia
·
Estimulación auditiva (música, voz de la madre y el padre)
·
Creación de un ambiente estimulante para la madre y el niño.
Por sí misma la estimulación intrauterina no
es una solución definitiva, las personas somos el resultados de las
experiencias e identificaciones que forjamos durante la vida, con la
estimulación prenatal únicamente se busca que las experiencias básicas, que
serán pilares de las que vendrán luego, sean en medida de lo posible las
ideales. Un niño será inteligente por la forma en que sea educado; atiborrarlo
de obras de Mozart y Vivaldi no lo harán un niño prodigio, para eso se requiere
esfuerzo y cariño de ambos, de padres e hijos, además de un poco de suerte
genética. El objetivo de la estimulación prenatal es fortalecer el vínculo del
niño con los seres que lo aman y lo esperan.
Fuente de consulta:
Rodriguez, L. (1997) Manual de estimulación intrauterina dirigida a gestantes. Quito Ecuador.
Psic. José Luis Ramírez Esparza