Existe mucha
curiosidad por saber cómo es que se conforma la psicología del ser humano,
sobre todo cuando se trata de los niños. Continuamente en mi práctica clínica,
se han acercado varias personas preguntando y con deseos de investigar cómo una
vida comienza a tener pensamiento, conducta, decisiones, angustias y
traumas.
Una de las posturas que mejor enmarcan el desarrollo
psicológico pertenece a la psicoanalista y pediatra Margaret Mahler, quien
dedicó su vida al trabajo con niños y sus problemas psicológicos. Ella fue
pionera en el tratamiento de niños psicóticos, realizando investigaciones y
observaciones diversas sobre la conducta del niño y la relación con sus padres.
Su trabajo en esta área llevó a la redacción del libro "The Psychological Birth of the
Human Infant: Symbiosis and Individuation".
Decía Mahler: "El nacimiento biológico del
infante humano y el nacimiento psicológico no coinciden en el tiempo. El
primero es un acontecimiento espectacular, observable y bien descrito; el último
es un proceso interior de lento desarrollo" (1975).
Este desarrollo, consta de un proceso de
separación-individuación, en el cual, se establece un sentimiento de separación
entre el mundo interno del niño y el mundo externo, mediado siempre por las
sensaciones corporales como el hambre, frío, dolor, placer, ganas de orinar o
defecar, etc. Dicho proceso a su vez, se
divide en fases comprendidas entre el nacimiento biológico y los 36 meses de
edad.
Cada fase es prerrequisito de su sucesora, por lo que
las fases no se sustituyen; además, se encuentran presentes el resto del ciclo
vital de las personas, es decir, nos acompañan hasta la muerte.
1.
Fase autística
normal (primeras semanas de vida)
Respuestas instintivas que son reflejos a los estímulos externos. El
neonato centra toda su atención perceptiva en sensaciones somáticas básicas de
carga y descarga (alimentación y evacuación). La satisfacción de las
necesidades no se percibe como exterior, no existe ningún tipo de conciencia
maternizante (la madre no existe), ya que no hay diferencia entre el adentro y
el afuera.
2.
Fase simbiótica
normal (1 a 5 meses)
Comienza a debilitarse la barrera sensorial de los estímulos externos,
el niño suele ser más reactivo a lo que
ocurre en su exterior, llegando a imitar en forma de reflejo gestos como la
sonrisa. Sin embargo, el infante no puede diferenciar el sí-mismo y su madre;
actúa y funciona como si él y su madre fueran una sola unidad omnipotente
dentro de una membrana simbiótica común, como si el niño fuera un gran océano
sin límites. En el niño crecen la agudeza de las percepciones auditivas, del
tacto y la visión cercana.
3.
Sub-fase de
diferenciación (5-9 meses)
Inicia la disminución de la dependencia
corporal hacia la madre, en la medida que las funciones motrices (como
el gateo) permiten alejarse de ella. El niño comienza a percibir a su madre
como un “algo” especial e independiente de él, distingue primitivamente el dentro del afuera
mediante el juego táctil y visual. Descubre sus diferencias corporales y las
compara con las de su madre. Al pasar
los meses el niño diferencía a otras personas y a los extraños, provocándole
curiosidad e interés; o por el contrario, cautela y ansiedad.
4.
Sub-fase de
ejercitación (9-14 meses)
El niño es capaz de alejarse
de la madre y volver a ella, se explora el ambiente animado e inanimado. Cuando
el niño se fatiga o lastima, vuelve a la madre para ser reabastecido y
reanimado; inicia la autonomía del
pensamiento, siendo cada vez más clara la identidad y personalidad del niño. La
figura del padre comienza a tener una importancia mayor, pues él promueve el
acercamiento del niño al mundo. Si esta sub-fase es apuntalada sanamente, la
realidad comienza a tomar una forma consistente y pareciera que el niño se
encuentra enamorado del mundo.
5.
Sub-fase de
acercamiento (15-24 meses)
El lenguaje verbal comienza a instaurarse como el
método primario de representación de la realidad y con esto la percepción sobre
los padres cambia drásticamente. El niño, que ahora posee mayor autonomía, busca
y trata de compartir lo suyo (objetos, juguetes o juegos) con su madre. La cada
vez mayor conciencia de la madre como un individuo separado, genera una
sensación de incertidumbre y angustia (mi
madre puede dejarme si lo desea y yo no soy tan poderoso como creía). Las
ausencias breves de mamá son angustiosas y en algunas ocasiones ni siquiera
familiares cercanos pueden contener esta ansiedad. Es un periodo normal de
crisis en donde se agravan berrinches y desplantes, pero al mismo tiempo el
niño intenta congraciarse y ser del agrado de mamá. El niño intenta entender
que al mismo objeto se le puede amar y odiar.
6.
Sub-fase de
individuación y constancia emocional (2 años en adelante)
En un desarrollo sano, gracias a los cuidados de la
madre y el padre, el niño comienza ser consiente de que aún viviendo en una
realidad incierta el amor de sus progenitores es incondicional, pero se les
tiene que respetar. El desarrollo biológico del sistema nervioso en conjunción
con el desarrollo psicológico hacen cada vez más fácil el proceso de
acercamiento a la realidad, poco a poco, el niño se reconoce en el espejo, mejora su memoria y genera
recuerdos lúcidos y, con esto, lo que nosotros llamamos, conciencia de existir
y ser en el mundo.
Mahler, M. (1975). El nacimiento psicológico del infante
humano. Editorial Marymar. Buenos Aires.
Spitz, R. (2001) El primer año de
vida del niño. Paidos.3era edición en español. Buenos Aires.
Para
asesoría psicológica marca al 01 800 111 8111
Psic. José Luis
Ramírez Esparza
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