La raíz etimológica de la pasión es “padecer”,
dirigido hacia una persona, un símbolo o un objeto. En nuestro contexto
judeo-cristiano-católico, la pasión va ligada a la locura y los vicios, una
transgresión de lo bueno por el pecado. La pasión se representa por medio de la
mitología clásica como movilizadora del caos que siembra la historia, la
promiscuidad de Zeus, el bizarro amor de Hades por Perséfone o la locura de
Dionisio.
Las pasiones son destinos, una ida y vuelta que pasan
de largo la racionalidad. ¿Para qué se
juega la vida por amor, miedo y odio? Para la filosofía de la modernidad, desde
sus avatares positivistas y estructuralistas, el ser humano se planta como un
ente primordialmente racional, capaz de secundarizar su propia realidad a
través de la lógica formal y la matemática lineal, como sucede en caso del
saber científico.
Desafortunadamente,
la biología y ciencias sociales, han demostrado que la insignia racional no es
tan imperante como se pensaba. Diversas ramas científicas han intentado dar
cuenta de la ocupación de la racionalidad conviviendo con la irracional pasión:
la neurociencia, psiquiatría, el psicoanálisis, las ciencias cognitivas y la
cibernética, entre otras. Principalmente
se encuentra en estas áreas, posturas que incluyen naturalmente, la influencia
del cuerpo biológico como generador de instintos y pulsiones, catalizadores de
actos pasionales. Otras posturas ahondan en la especificidad ontológica del
desarrollo de un germen pasional: la relación temprana madre-hijo. Lo
irracional, se mueve sin palabras, en un lenguaje pre-verbal. El bebé que va
constituyendo una personalidad, no se vale de otro lenguaje más que el cuerpo a
cuerpo, por medio de su boca, de la aprehensión con sus manos, la mirada, el
timbre de voz, del orinar y defecar. Su vínculo hacia la madre es un acto de
pasión, por lo cual, lo que nos apasiona es aquello que nos causa placer y
satisfacción.
La pasión, como es de imaginarse por su alto contenido
visceral, es campo fértil de la patología mental y de la conducta, con clara
falta de control en impulsos, que suscita actos violentos como riñas
colectivas, ataques de celos, infidelidades, entre otros comportamientos.
Nadie se libra de la pasión y de las locuras que nos
acarrea, en mayor o menor medida, es de los grandes motores que dan forma a
nuestra vida y realidad.
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Psic. José Luis
Ramírez Esparza
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