Entre los objetos cliché que podemos encontrar en el
consultorio de un psicoanalista, el de mayor misterio -casi siempre- es el
diván. No es para menos, su invención no fue otra que la de un mueble de
reposo, algo como una alternativa a un sofá o una cama. Sin embargo, la historia, el imaginario social
e incluso el chiste le han otorgado un lugar casi teatral, donde se desarrolla
la escena de la cura psíquica y el drama catártico.
Ahora
bien, más que un instrumento, el diván es una técnica. Sigmund Freud, el
precursor del psicoanálisis, consideraba pertinente permanecer fuera de la
vista del analizante, favoreciendo la atención flotante del analista y la relación
simbólica-inconsciente entre ambos. En
otras palabras, el paciente no puede mirar al analista, pero el analista puede
o no mirar a su paciente, creando un estado curioso, ya que el paciente puede
creerse visto, sin embargo no ve la mirada que le observa, se asemeja
simbólicamente a la presencia de un dios, una mirada que se supone, pero no es
visible. A su vez, el único vehículo de presencia del analista es su voz, lo
cual puede crear una sensación subjetiva de omnipresencia.
Otra
razón por la que el diván es empleado, es por la asimetría personal que provoca,
creando una situación de diferencia entre analista y paciente. Se delimita
claramente que posición ocupa cada uno dentro del consultorio, no sólo
físicamente, sino también de forma simbólica. El diván como tal, evoca
representaciones imaginarias de naturaleza arquetípica y arcaica, pareciendo
una cama o un lecho nos remite al sueño, la sexualidad, la enfermedad y la
muerte. Esta múltiple significación facilita la asociación de diferentes temáticas
de gran provecho para el trabajo de análisis en el paciente.
Aún
con lo anterior el diván no es ni de cerca, uno de los fundamentos importantes
del psicoanálisis. Muchos analistas y terapeutas prefieren el trabajo cara a
cara, con más frecuencia en marcos
institucionales o de entrenamiento clínico. Así como el diván genera ciertas
cosas, el “cara a cara” genera otras, nuevas implicaciones clínicas y otras
posiciones en la relación analista-paciente. El objetivo al final de cuentas,
es el alivio de sufrimientos psíquicos y su dolor, la re-significación de
nuestra realidad y el vivir una diferencia que nos abra nuevos panoramas de
vida.
Para
asesoría psicológica marca al 01 800 111 8111
Psic. José Luis
Ramírez Esparza
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