Cuando hablamos de agresividad solemos otorgarle un
talante negativo y bárbaro, pero por el contrario, la agresión es inherente al
ser humano, tanto como herramienta básica de supervivencia, mecanismo para
ejercer nuestros derechos y en un fin más egoísta, nuestro poder.
La
sociedad cambia, así como las formas en que nos transportamos e interactuamos.
Pero algo que ha permanecido inmutable es la sensación somática y emocional de
adrenalina, rabia y desesperación, que provoca vernos frustrados en una
situación. Y qué mejor ejemplo de
frustración tenemos, que enfrentarnos todos los días al caos vial, caminos
deficientes, conductores molestos y escaso margen de tiempo (por ejemplo, en la
Ciudad de México se invierten 16 horas semanales en transporte). No es
arriesgado decir, que pareciera que se trata de una lucha por sobrevivir o
demostrar ser el más fuerte.
Factores estructurales de la personalidad, tales como
escasa tolerancia a la frustración, funcionamiento omnipotente, carencia de
empatía, necesidad de reafirmación narcisista, incapacidad de esperar, entre
otras cosas, son elementos que se asocian a la ira al volante,
independientemente de la hostilidad inherente de andar por la calle.
El Centro de Investigación y Seguridad Vial argentino
(2013) señala la siguiente clasificación de conductores agresivos:
Impacientes:
·
Se pasan
semáforos en rojo.
·
Aceleran durante
la luz amarilla.
·
Cambian
intempestivamente de carril.
·
No mantienen su
distancia de seguridad.
·
No ceden el paso.
·
Bloquean
intersecciones o pasos peatonales.
·
Aceleración y
frenado erráticos.
·
Circula por
acotamientos o carriles de emergencia, no disminuye su velocidad en zonas
escolares, hospitales o centros comerciales.
·
Uso frecuente del
claxon.
·
No respetan filas
de vehículos, intentando invadir un carril fuera de tiempo o en segunda fila
para dar vuelta o ingresar a una vialidad.
Poderosos
·
Bloquean carriles
o banquetas de forma indiscriminada para estacionarse.
·
Impiden la
entrada y salida de otros vehículos.
·
Amenazan,
muestran señales obscenas, gritan y usan el claxon con agresividad.
·
Amedrentan acercando
demasiado su automóvil a otros.
·
Toman represalias
con frenadas bruscas.
·
Usan luces altas
en zonas urbanas.
·
Escuchan música a
alto volumen, con el fin de demostrar su presencia a otros autos y transeúntes.
Arriesgados
·
Persiguen a otros
conductores.
·
Manejan con
influjo del alcohol u otras sustancias.
·
Conducen a exceso
de velocidad.
·
Tocan a otros
vehículos de forma intencionada.
La ira al volante cada vez se convierte en un problema
mayor, al estar en un automóvil tenemos una sensación de anonimato y falsa
seguridad; creemos no ser vistos y que nuestros actos no tendrán consecuencias.
Así es que para afrontar este problema debemos hacer conciencia de las
implicaciones y responsabilidades del conducir un vehículo; que si nuestro
medio ya es hostil, sería una barbaridad contribuir a la escasa calidad de vida
que sufrimos. Al mismo tiempo, técnicas de relajación, control de ira e
impulsos agresivos pueden ayudarnos a prevenir accidentes o altercados con
otras personas.
Referencia
bibliográfica.
Brambáti, G. (2013) Conductor agresivo. Revista del Centro de Investigación y Seguridad
Vial. (43). Buenos Aires, Argentina.
Para
asesoría psicológica marca al 01 800 111 8111
Psic. José Luis
Ramírez Esparza
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