Vivimos bajo modelos económicos y políticos en los que
se nos hace creer que la calidad de vida viene enteramente del exterior, provista
por las instituciones a nuestro cargo cómo la escuela, trabajo, gobierno,
seguro social, etc. Esta creencia nos hace sentir de algún modo, libres de la
responsabilidad de procurar nuestra calidad de vida. Por otra parte, el
éxito si que es una responsabilidad
directa. Dar un hilo conductor a la relación que hay entre calidad de vida y
éxito, desde una postura elegible y responsable por parte de cada persona es un
promotor de crecimiento personal y realización en la vida.
El día tiene sólo 24 horas, es un común denominador
para todas las personas, incluso el ser humano más productivo vive en un marco
de 24 horas para organizar su vida. ¿Cuánta energía utilizamos para distribuir
nuestro día? Generalmente, la mayor parte de esa energía se usa para cuidar de
nosotros mismos, de resolver en nuestra mente todos los problemas, a veces sin
lograrlo. Lo que resta de esa energía, puede usarse al exterior, para observar
las oportunidades que pasan frente a nosotros, abordarlas y aprovecharlas. El
problema es cuando utilizamos la mayoría de nuestra energía internamente, en
donde todas las cuestiones del grupo de trabajo, de salud física y mental nos
desgastan, constantemente nos preguntamos si hacemos bien las cosas, ¿cómo las
debería hacer?, ¿a los demás les gustara cómo lo hago? Es un estado de
incertidumbre que nos mantienen
estáticos, sin crecimiento.
Respeto y
confianza
Ambos son valores de inmensa trascendencia para la
calidad de vida y el éxito. Cuando nos reunimos en la toma de una decisión
importante de familia o el trabajo, el respeto surge como una sincera intención
de escuchar y ver a los “otros”; de
integrar sus opiniones, ya que desde su visión y posición ofrecen algo
diferente a lo que ya conocemos, algo que me nutrirá y que aportará al proyecto
que estamos trabajando. La confianza, es saber que mi posición y opinión
también son tomados en cuenta y no sólo esto, sino que al darnos la espalda
tras tomar una decisión, al momento de implementarla, cada quien hará su
trabajo correspondiente con el mejor esfuerzo, en una entrega intelectual,
creativa.
Cuando no existe el respeto ni la confianza, a nivel
personal ponemos defensas y barreras frente a los otros, no existe atención
sincera y la integración de ideas, al ser considerada una obligación, es
improductiva, se vive en la incomodidad. A nivel de las organizaciones, se
implementan políticas y medidas de vigilancia al trabajador, se presupone que
no hará su trabajo bien. Todo esto es un gasto de energía interior, que
disminuye la energía exterior, la que nos permite abordar problemas que nos
hacen crecer.
En otra faceta,
¿Qué tanto me auto-respeto? Y ¿Cuánto confío en mí?, cuando el nivel de
confianza es bajo hacia nosotros mismos, vivimos en el miedo y la indecisión,
incluso las opiniones de los demás son confusas. Si recibimos una crítica, no
sabemos si tomarla de forma constructiva o destructiva. Cuando hay auto-respeto y autoconfianza, las
indecisiones y desacuerdos internos son respetados y asumidos de forma natural,
sin ansiedad “esta bien, no tengo que ser perfecto, no tengo que estar en lo
correcto”. Vivo un conflicto saludable, hasta asumir una decisión o una postura
a seguir. Esto en un proceso de integración nos vuelve personas centradas,
firmes; “yo se quien soy, se quién no soy, estoy en paz”.
El ser alguien que respete y confíe es algo que provee
de muchas oportunidades, el ser confiable lo es más, ya que el respeto y la
confiabilidad son claves del éxito. Pensemos en Suiza, un país sin recursos
naturales, sin petróleo, gas, oro o diamantes, sólo cucús, chocolate y nieve.
Subsiste exitosamente en la cima de la calidad de vida y éxito a través de que
las personas se respetan y son dignos de confianza, valores que han probado a
lo largo de la historia. En este país, las principales fuentes de ingresos son las instituciones
bancarias, farmacéuticas y científicas.
Países como Sudáfrica o Gabón, incluso México con una inmensa riqueza de
recursos naturales, no son capaces de hacer valer su potencial de éxito. Los
países no son exitosos por sus recursos, sino por sus instituciones, sus grupos
y sus personas.
El éxito no se mide en dinero, se mide en la capacidad
de ser felices, por ejemplo: Bután un pequeño y humilde país asiático, no mide
su éxito en un producto interno bruto, lo mide en felicidad nacional bruta. La
calidad de vida de las personas se valúa pensando en:
·
Bienestar
psicológico.
·
Uso del tiempo.
·
Vitalidad de la
comunidad.
·
Cultura.
·
Salud.
·
Educación.
·
Diversidad
medioambiental.
·
Nivel de vida.
·
Calidad del
gobierno.
Para terminar, el éxito no provee de calidad de vida,
ni la calidad de vida necesariamente nos provee de éxito, son una integración,
un equilibrio, mas que ser feliz, debemos ir siendo felices
en un proceso de construcción constante.
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Psic. José Luis
Ramírez Esparza
Referencia:
Basado en el trabajo del Dr. Ichak Adizes.