lunes, 15 de diciembre de 2014

Historias criminales: Ted Bundy

Las historias que relatan la vida de los asesinos suscitan una morbosa curiosidad. ¿Cómo un ser humano criado en un país desarrollado se convierte en un ente de destrucción? Los caminos que transforman a las personas inquietan, y al hacer un análisis de las causas que llevan a alguien a matar, descubrimos que son tanto ajenas como propias… finalmente la vida se trata de decisiones.

Es aquí cuando conocemos a Theodore Robert Cowell, alias Ted Bundy, nacido en Burlington, Vermont el 24 de noviembre de 1946.  Su padre fue un militar estadounidense de quien no se tiene identidad, Ted nunca lo conoció, y su madre, muy joven para cargar con su responsabilidad, se mudó a casa de los abuelos de Ted, haciéndole creer al niño que su madre era su hermana mayor y sus abuelos los padres, donde vivió de cerca, a través de su abuelo a un hombre violento que acostumbraba golpear a su mujer. Después de este contexto con sus abuelos, se mudó a casa de un cocinero, de quien su enamora su madre, trató de fallidamente integrar una familia, pero Ted no logró consolidar lazos afectivos o por lo menos de simpatía. Por el contrario, ya entrada la adolescencia, cada vez se volvía más apartado y daba señales de comportamientos desadaptados como el mutilar animales.

Sin embargo y contra todo, era una persona sumamente aplicada y dotada de una inteligencia  sobresaliente, al grado de estudiar en la facultad de psicología de la Universidad de Washington, donde conoció Stephanie Brooks, de quien quedó profundamente enamorado y con quien sostuvo una larga relación, hasta el momento de graduarse, cuando ella decidió dejar a Ted por su falta de objetivos en la vida y comportamientos extraños. Ted jamás se recuperó de esta pérdida. Intentó reconciliar su relación infructuosamente y finalmente abandonó sus estudios en psicología, para reinscribirse en la facultad de derecho, donde tuvo relaciones con otras mujeres. En la universidad, siempre se mostró brillante, siendo de los estudiantes favoritos de los catedráticos que le conocieron.

Sus conductas sexuales se volvían más violentas. Al principio, solicitaba a sus amantes fingir estar muertas y posteriormente, sólo alcanzaba el clímax estrangulando a sus parejas. De primera, ellas lo tomaban como un fetiche extraño, pero después se alejaban aterrorizadas. La situación se agravó cuando adquirió el hábito de seguir jóvenes universitarias, fantaseando con atraparlas y violarlas, hasta que finalmente cruzó la línea con una joven de 18 años que dejó gravemente herida tras un ataque sexual.

No pasó mucho tiempo después de este ataque, cuando Ted Bundy asesinó por primera vez, su victima fue una estudiante de psicología de una universidad cercana. De esta manera el estableció un método de operación: recorrer los campus universitarios, identificar una víctima, seducirla o engañarla, para después dejarle inconsciente, violarle e incluso matarle.

Siempre tuvo una fijación por mujeres con cabello largo y oscuro, parecidas a su primer amor Stephanie.

Cuando Bundy fue aprehendido y llevado a juicio se mostraba en extremo frío y calculador, confiado en la escasa evidencia que podría haber en su contra. Al mismo tiempo, grupos de estudiosos en el comportamiento humano y psiquiatras le examinaron a profundidad, y se determinó la naturaleza patológica de su personalidad, considerado como psicópata, sin sentir remordimiento o culpa por sus actos, señalaron que de dejarlo en libertad sin duda volvería a cometer actos de deplorable violencia hacia las mujeres.

Su muerte llegó el 24 de enero de 1989, ejecutado en la silla eléctrica como condena por sus actos. Su juicio y ejecución fueron eventos ampliamente difundidos en Estados Unidos y no era para menos, se dictó sentencia por el asesinato de 14 jóvenes y posteriormente se hizo oficial la cifra de 36 muertes. Aunque algunos especialistas concuerdan que con su astucia para esconder los cuerpos y evidencia, la cifra podría ser de un centenar de mujeres asesinadas.

Su ejecución fue tomada con alegría y alivio por la comunidad, incluso, en un lugar cerca del centro penitenciario se encendieron fuegos artificiales. Sin embargo y por extraño que parezca muchas mujeres se acongojaron de la muerte de Bundy, para ellas, era un símbolo sexual y estaban enamoradas de él. Su historia acrecentó en la cultura popular la imagen del “serial killer” y al más puro estilo del Silencio de los Inocentes, desde la cárcel ayudó en la investigación de otro violador y asesino en serie. Los caminos de la psique sí que son extraños. 

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Psic. José Luis Ramírez Esparzajramirez@toka.com.mx

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