lunes, 9 de septiembre de 2013

La naturaleza humana de la independencia


“El hombre está condenado a ser libre. Condenado, porque no se ha creado a sí mismo, y, sin embargo, por otro lado, libre, porque una vez arrojado al mundo es responsable de todo lo que hace". Jean Paul Sartre




¿Que o quien nos ata?, ¿que conforma nuestro deseo de mostrarnos tal cual creemos ser?  Al hablar de la independencia nos referimos por naturaleza a hablar de la libertad; libertad que es posibilidad de elección, una elección que puede convertirse en acción o solo en un pensamiento; elegimos todo el tiempo.  Cuanto más importante sea la elección, mayor será la libertad  que sentimos, es así que elegimos nuestra profesión, con quien vivir en pareja o a que equipo de futbol apoyar.

Pero la realidad tiene esa forma de hacernos percibir nuestra propia libertad como si fuera una ilusión, estamos atados a nuestros genes y su acción en nuestra anatomía y nuestra capacidad intelectual; estamos sometidos también a la cultura que nos impregna desde el nacimiento las normas, las prohibiciones e ideales. Más aún, somos poseídos por nuestras propias ideas, que se adueñan de nosotros cuando creemos disponer de ellas. En palabras del sociólogo francés Edgar Morín  “La libertad es entonces percibida como ambigua o parcial, como un algo incompleto”

Aquí es donde los términos de libertad e  independencia encuentran una diferencia; la libertad es elección mientras que la independencia es auto-suficiencia.   La auto-suficiencia humana original, la del bebé, se aprecia más reducida que en otras especies; mientras que por ejemplo una gacela es capaz de  de caminar o una tortuga capaz arrastrarse hacia el mar apenas unos minutos después de nacer, el ser humano se ve vulnerable por muchos meses, su independencia se vislumbra lejana, tardía. El aprender a caminar, a ser autosuficiente en el cuidado personal, o aprender una profesión u oficio  nos otorga un cierto grado de autonomía, mas en los tiempos recientes hemos visto como con todo esto muchos jóvenes adultos no desean o no pueden tener una independencia más real. Parece que el ser humano es independiente por naturaleza pero dependiente por elección.   Para ayudarnos a pensar esto volveré a citar a Edgar Morin:

 “Es necesario concebir el carácter incierto y complejo de la relación entre autonomía y dependencia. La autonomía necesita dependencias, pero las dependencias comportan servidumbres y pueden determinar sometimientos que aniquilan la autonomía”
“No podemos ignorar el peso trágico de las dependencias, las determinaciones, los sometimientos, las sujeciones, las posesiones”

Finalmente nuestra naturaleza independiente es un romper esquemas, un acto de producción creativa. Es muy probablemente independizarnos de nosotros mismos, de aquello que hay en nosotros que nos ata.

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Psic. José Luis Ramírez Esparza

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