jueves, 5 de junio de 2014

El nacimiento psicológico del niño


Existe mucha curiosidad por saber cómo es que se conforma la psicología del ser humano, sobre todo cuando se trata de los niños. Continuamente en mi práctica clínica, se han acercado varias personas preguntando y con deseos de investigar cómo una vida comienza a tener pensamiento, conducta, decisiones, angustias y traumas. 

Una de las posturas que mejor enmarcan el desarrollo psicológico pertenece a la psicoanalista y pediatra Margaret Mahler, quien dedicó su vida al trabajo con niños y sus problemas psicológicos. Ella fue pionera en el tratamiento de niños psicóticos, realizando investigaciones y observaciones diversas sobre la conducta del niño y la relación con sus padres. Su trabajo en esta área llevó a la redacción del  libro "The Psychological Birth of the Human Infant: Symbiosis and Individuation". 

Decía Mahler: "El nacimiento biológico del infante humano y el nacimiento psicológico no coinciden en el tiempo. El primero es un acontecimiento espectacular, observable y bien descrito; el último es un proceso interior de lento desarrollo" (1975). 

Este desarrollo, consta de un proceso de separación-individuación, en el cual, se establece un sentimiento de separación entre el mundo interno del niño y el mundo externo, mediado siempre por las sensaciones corporales como el hambre, frío, dolor, placer, ganas de orinar o defecar, etc.  Dicho proceso a su vez, se divide en fases comprendidas entre el nacimiento biológico y los 36 meses de edad.

Cada fase es prerrequisito de su sucesora, por lo que las fases no se sustituyen; además, se encuentran presentes el resto del ciclo vital de las personas, es decir, nos acompañan hasta la muerte.

1.      Fase autística normal (primeras semanas de vida)

Respuestas instintivas que son reflejos a los estímulos externos. El neonato centra toda su atención perceptiva en sensaciones somáticas básicas de carga y descarga (alimentación y evacuación). La satisfacción de las necesidades no se percibe como exterior, no existe ningún tipo de conciencia maternizante (la madre no existe), ya que no hay diferencia entre el adentro y el afuera.

2.      Fase simbiótica normal (1 a 5 meses)

Comienza a debilitarse la barrera sensorial de los estímulos externos, el niño suele  ser más reactivo a lo que ocurre en su exterior, llegando a imitar en forma de reflejo gestos como la sonrisa. Sin embargo, el infante no puede diferenciar el sí-mismo y su madre; actúa y funciona como si él y su madre fueran una sola unidad omnipotente dentro de una membrana simbiótica común, como si el niño fuera un gran océano sin límites. En el niño crecen la agudeza de las percepciones auditivas, del tacto y la visión cercana.

3.      Sub-fase de diferenciación (5-9 meses)

Inicia la disminución de la dependencia  corporal hacia la madre, en la medida que las funciones motrices (como el gateo) permiten alejarse de ella. El niño comienza a percibir a su madre como un “algo” especial e independiente de él,  distingue primitivamente el dentro del afuera mediante el juego táctil y visual. Descubre sus diferencias corporales y las compara con las de su madre.  Al pasar los meses el niño diferencía a otras personas y a los extraños, provocándole curiosidad e interés; o por el contrario, cautela y ansiedad.

4.      Sub-fase de ejercitación (9-14 meses)

El niño es capaz de alejarse de la madre y volver a ella, se explora el ambiente animado e inanimado. Cuando el niño se fatiga o lastima, vuelve a la madre para ser reabastecido y reanimado; inicia la  autonomía del pensamiento, siendo cada vez más clara la identidad y personalidad del niño. La figura del padre comienza a tener una importancia mayor, pues él promueve el acercamiento del niño al mundo. Si esta sub-fase es apuntalada sanamente, la realidad comienza a tomar una forma consistente y pareciera que el niño se encuentra enamorado del mundo.

5.      Sub-fase de acercamiento (15-24 meses)

El lenguaje verbal comienza a instaurarse como el método primario de representación de la realidad y con esto la percepción sobre los padres cambia drásticamente. El niño, que ahora posee mayor autonomía, busca y trata de compartir lo suyo (objetos, juguetes o juegos) con su madre. La cada vez mayor conciencia de la madre como un individuo separado, genera una sensación de incertidumbre y angustia (mi madre puede dejarme si lo desea y yo no soy tan poderoso como creía). Las ausencias breves de mamá son angustiosas y en algunas ocasiones ni siquiera familiares cercanos pueden contener esta ansiedad. Es un periodo normal de crisis en donde se agravan berrinches y desplantes, pero al mismo tiempo el niño intenta congraciarse y ser del agrado de mamá. El niño intenta entender que al mismo objeto se le puede amar y odiar.


6.      Sub-fase de individuación y constancia emocional (2 años en adelante)

En un desarrollo sano, gracias a los cuidados de la madre y el padre, el niño comienza ser consiente de que aún viviendo en una realidad incierta el amor de sus progenitores es incondicional, pero se les tiene que respetar. El desarrollo biológico del sistema nervioso en conjunción con el desarrollo psicológico hacen cada vez más fácil el proceso de acercamiento a la realidad, poco a poco, el niño se reconoce  en el espejo, mejora su memoria y genera recuerdos lúcidos y, con esto, lo que nosotros llamamos, conciencia de existir y ser en el mundo.

Mahler, M.  (1975). El nacimiento psicológico del infante humano. Editorial Marymar. Buenos Aires.

Spitz, R. (2001) El primer año de vida del niño. Paidos.3era edición en español.  Buenos Aires.


Para asesoría psicológica marca al 01 800 111 8111

Psic. José Luis Ramírez Esparza





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