lunes, 24 de noviembre de 2014

Cosas de psicoanalistas: el diván


Entre los objetos cliché que podemos encontrar en el consultorio de un psicoanalista, el de mayor misterio -casi siempre- es el diván. No es para menos, su invención no fue otra que la de un mueble de reposo, algo como una alternativa a un sofá o una cama.  Sin embargo, la historia, el imaginario social e incluso el chiste le han otorgado un lugar casi teatral, donde se desarrolla la escena de la cura psíquica y el drama catártico.

            Ahora bien, más que un instrumento, el diván es una técnica. Sigmund Freud, el precursor del psicoanálisis, consideraba pertinente permanecer fuera de la vista del analizante, favoreciendo la atención flotante del analista y la relación simbólica-inconsciente entre ambos.  En otras palabras, el paciente no puede mirar al analista, pero el analista puede o no mirar a su paciente, creando un estado curioso, ya que el paciente puede creerse visto, sin embargo no ve la mirada que le observa, se asemeja simbólicamente a la presencia de un dios, una mirada que se supone, pero no es visible. A su vez, el único vehículo de presencia del analista es su voz, lo cual puede crear una sensación subjetiva de omnipresencia.

            Otra razón por la que el diván es empleado, es por la asimetría personal que provoca, creando una situación de diferencia entre analista y paciente. Se delimita claramente que posición ocupa cada uno dentro del consultorio, no sólo físicamente, sino también de forma simbólica. El diván como tal, evoca representaciones imaginarias de naturaleza arquetípica y arcaica, pareciendo una cama o un lecho nos remite al sueño, la sexualidad, la enfermedad y la muerte. Esta múltiple significación facilita la asociación de diferentes temáticas de gran provecho para el trabajo de análisis en el paciente.


            Aún con lo anterior el diván no es ni de cerca, uno de los fundamentos importantes del psicoanálisis. Muchos analistas y terapeutas prefieren el trabajo cara a cara, con  más frecuencia en marcos institucionales o de entrenamiento clínico. Así como el diván genera ciertas cosas, el “cara a cara” genera otras, nuevas implicaciones clínicas y otras posiciones en la relación analista-paciente. El objetivo al final de cuentas, es el alivio de sufrimientos psíquicos y su dolor, la re-significación de nuestra realidad y el vivir una diferencia que nos abra nuevos panoramas de vida.


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Psic. José Luis Ramírez Esparza

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