lunes, 1 de diciembre de 2014

Ira al volante


Cuando hablamos de agresividad solemos otorgarle un talante negativo y bárbaro, pero por el contrario, la agresión es inherente al ser humano, tanto como herramienta básica de supervivencia, mecanismo para ejercer nuestros derechos y en un fin más egoísta, nuestro poder.

            La sociedad cambia, así como las formas en que nos transportamos e interactuamos. Pero algo que ha permanecido inmutable es la sensación somática y emocional de adrenalina, rabia y desesperación, que provoca vernos frustrados en una situación. Y qué  mejor ejemplo de frustración tenemos, que enfrentarnos todos los días al caos vial, caminos deficientes, conductores molestos y escaso margen de tiempo (por ejemplo, en la Ciudad de México se invierten 16 horas semanales en transporte). No es arriesgado decir, que pareciera que se trata de una lucha por sobrevivir o demostrar ser el más fuerte.

Factores estructurales de la personalidad, tales como escasa tolerancia a la frustración, funcionamiento omnipotente, carencia de empatía, necesidad de reafirmación narcisista, incapacidad de esperar, entre otras cosas, son elementos que se asocian a la ira al volante, independientemente de la hostilidad inherente de andar por la calle.

El Centro de Investigación y Seguridad Vial argentino (2013) señala la siguiente clasificación de conductores agresivos:

Impacientes:

·         Se pasan semáforos en rojo.
·         Aceleran durante la luz amarilla.
·         Cambian intempestivamente de carril.
·         No mantienen su distancia de seguridad.
·         No ceden el paso.
·         Bloquean intersecciones o pasos peatonales.
·         Aceleración y frenado erráticos.
·         Circula por acotamientos o carriles de emergencia, no disminuye su velocidad en zonas escolares, hospitales o centros comerciales.
·         Uso frecuente del claxon.
·         No respetan filas de vehículos, intentando invadir un carril fuera de tiempo o en segunda fila para dar vuelta o ingresar a una vialidad.

Poderosos

·         Bloquean carriles o banquetas de forma indiscriminada para estacionarse.
·         Impiden la entrada y salida de otros vehículos.
·         Amenazan, muestran señales obscenas, gritan y usan el claxon con agresividad.
·         Amedrentan acercando demasiado su automóvil a otros.
·         Toman represalias con frenadas bruscas.
·         Usan luces altas en zonas urbanas.
·         Escuchan música a alto volumen, con el fin de demostrar su presencia a otros autos y transeúntes.

Arriesgados

·         Persiguen a otros conductores.
·         Manejan con influjo del alcohol u otras sustancias.
·         Conducen a exceso de velocidad.
·         Tocan a otros vehículos de forma intencionada.

La ira al volante cada vez se convierte en un problema mayor, al estar en un automóvil tenemos una sensación de anonimato y falsa seguridad; creemos no ser vistos y que nuestros actos no tendrán consecuencias. Así es que para afrontar este problema debemos hacer conciencia de las implicaciones y responsabilidades del conducir un vehículo; que si nuestro medio ya es hostil, sería una barbaridad contribuir a la escasa calidad de vida que sufrimos. Al mismo tiempo, técnicas de relajación, control de ira e impulsos agresivos pueden ayudarnos a prevenir accidentes o altercados con otras personas.

Referencia bibliográfica.

Brambáti, G. (2013) Conductor agresivo. Revista del Centro de Investigación y Seguridad Vial. (43). Buenos Aires, Argentina.

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Psic. José Luis Ramírez Esparza


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